Efectos de la contaminación lumínica

Hay que considerar a esta novedosa forma de contaminación, cuyos efectos son todavía muy poco estudiados, como perfectamente equiparable a la emisión de humos hacia la atmósfera o al vertido de contaminantes en los ríos, porque, en el fondo, consiste en la emisión de energía producida artificialmente hacia un medio naturalmente oscuro (Astrogea, s.f.).

 

  • Terminología de efectos de la contaminación lumínica.

A continuación, vamos a hablar sobre algunos términos que tienen que ver con la contaminación lumínica. Estos fenómenos tienen efectos negativos para el medio ambiente y para los seres vivos.

Dispersión hacia el cielo: es la desviación de la luz en todas direcciones, resultado de su interacción con moléculas del aire y partículas en suspensión (humo, polvo, etc.). Las manifestaciones más características de esta dispersión es el típico halo luminoso que recubre las ciudades, visible a centenares de kilómetros de distancia, y las nubes refulgentes como fluorescentes (Vida Sostenible, 2007). Se origina por el hecho de que la luz interactúa, como hemos mencionado, con las partículas del aire, desviándose en todas direcciones. El proceso se hace más intensos si existen partículas contaminantes en la atmósfera o, simplemente, humedad ambiental. Como un detalle ilustrativo hay que mencionar el hecho de que el halo de Madrid se eleva 20 km. Por encima de la ciudad, y el de Barcelona es perceptible a 300km (Astrogea, s.f.).

Intrusión lumínica: se produce cuando se emite luz en direcciones que exceden el área donde es necesaria, invadiendo zonas vecinas. Es un fenómeno común en áreas urbanas donde, a menudo, la luz artificial no deseada procedente de la calle se introduce en viviendas privadas, produciéndose una pérdida de calidad de vida. El grado de afectación sobre el ser humano no está identificado del todo, pero se sabe que provoca alteraciones del sueño (Vida Sostenible, 2007). Su eliminación total es imposible porque siempre entrará un cierto porcentaje de luz reflejada en el suelo o en las paredes, pero de aceptar esto a tener que tolerar como inevitables ciertos casos aberrantes de descontrol luminotécnico hay un abismo. Al no existir conciencia ciudadana de esto es una nada sutil forma de agresión medioambiental, nadie piensa en denunciarlo, excepto en casos contados de protestas multitudinarias de vecinos (Astrogea, s.f.).

Deslumbramiento: Se produce cuando las personas que se encuentran en la vía pública ven su visibilidad dificultada o imposibilitada por el efecto de la luz emitida por instalaciones de iluminación artificial. Actualmente se tiende a iluminar el exceso de carreteras, pensando que supone un aumento de la seguridad vial, sin embargo, los conductores van más rápido en los tramos más iluminados, lo que aumenta el grado de siniestralidad. Además, luces mal orientadas o demasiado potentes deslumbran, hacen perder agudeza visual y generan zonas de sombra muy contrastadas que dificultan la visión. El alumbrado de las carreteras debería diseñarse en consonancia a la progresiva adaptación del ojo a la oscuridad, sin cambios bruscos de luz (Vida sostenible, 2007). Habría que ver los estudios estadísticos sobre siniestralidad.

Todo el mundo ha experimentado lo que sucede cuando pasamos de un ámbito muy iluminado a otro totalmente oscuro: necesitamos tiempo para adaptarnos a la oscuridad y pasamos de no ver nada en absoluto a percibir, primero, formas inconcretas; después formas más específicas y, finalmente, detalles menores y distintos niveles de brillo en ellos. Al estar situados los bastones en los alrededores de la retina, su máximo rendimiento se obtiene cuando observamos indirectamente los objetos, lo que se denomina visión lateral. Algo parecido sucede cuando pasamos repentinamente de la oscuridad a la luz muy intensa: quedamos deslumbrados y durante un cierto tiempo no tenemos la agudeza visual necesaria para percibir los objetos con nitidez, con lo que nuestra capacidad de respuesta frente a los obstáculos se ve muy mermada hasta que no nos adaptamos a la luz. Ambas situaciones se producen cuando salimos de un entorno urbano muy iluminado a una carretera oscura o cuando, procedentes de ella, llegamos al entorno urbano. A nadie se le ha ocurrido aplicar la idea de progresividad en el alumbrado de estas zonas. Un alumbrado ideal sería aquél que disminuiría paulatinamente el nivel de luz en dirección saliente, dando al ojo un mínimo tiempo para empezar a adaptarse a la oscuridad. En sentido contrario, el sistema sería igualmente adecuado (Astrogea, s.f.).nocturna en carreteras iluminadas y no iluminadas para poder evaluar con equidad la convivencia de hacerlo o no. Nuestro ojo ha evolucionado de tal forma que, en su parte posterior, llamada retina, posee dos tipos de células especializadas en la captación de la luz: unas, los conos, concentrados en la fóvea, el centro de la visión, son especialmente sensibles a las longitudes de onda de la intensa luz diurna y son las responsables de la captación de los colores y de la visión directa de los objetos. Otras, denominadas bastones, actúan preferentemente en la visión nocturna y se sitúan alrededor de la fovea. Aunque ligeramente más sensibles que los conos a las longitudes de onda del color azul, son ciegas a los demás colores, pero capaces de percibir detalles trabajando a niveles de luminosidad muy bajos, en los que los conos dejan de operar. Su sensibilidad a la luz depende de una sustancia llamada rodopsina, que las va llenando progresivamente conforme avanza el proceso de adaptación a la oscuridad. Al cabo de una media hora en general, el ojo ha adquirido el límite de su capacidad de adaptación y puede ejercer sus funciones de visión nocturna a pleno rendimiento (Astrogea, s.f.).

Sobreconsumo: Es la consecuencia indeseada e inevitable de los factores anteriormente descritos. La emisión de luz implica un consumo energético excesivo debido a la intensidad, horario de funcionamiento y/o su distribución espectral. En cifras, el gasto energético del alumbrado público representa, a escala municipal, aproximadamente el 50% del gasto energético total.  Si estos efectos se evitaran, ahorraríamos porcentajes mínimos de un 25% en la factura de la luz, pudiéndose alcanzar porcentajes mayores del 40% en ciertos casos, si existiera la voluntad de utilizar lámparas de sodio de baja presión y se hiciera una fuerte apuesta por rebajar potencias en las luminarias. Lo cierto es que hasta el presente ha existido una especie de contubernio entre las compañías eléctricas y los fabricantes de luminarias y de bombillas, por el cual unos y otros han hecho del exceso de consumo su principal negocio (Astrogea, s.f.).

  • Efectos sobre la biodiversidad.

La contaminación lumínica tiene efectos comprobados sobre la biodiversidad de la flora y la fauna nocturna que, dicho sea de paso, es mucho más numerosa que la diurna y precisa de la oscuridad para sobrevivir y mantenerse en equilibrio. La proyección de luz en el medio natural origina fenómenos de deslumbramiento y desorientación en las aves, y una alteración de los ciclos de ascenso y descenso del plancton marino, lo que afecta a la alimentación de especies marinas que habitan en las cercanías de la costa. También incide sobre los ciclos reproductivos de los insectos, algunos de los cuales han de atravesar notables distancias para encontrarse y no pueden pasar por las “barreras de luz” que forman los núcleos urbanos iluminados. Se rompe, además, el equilibrio poblacional de las especies, porque algunas son ciegas a ciertas longitudes de onda de luz y otras no, con lo cual las depredadoras pueden prosperar, mientras se extinguen las depredadas. Finalmente, la flora se ve afectada al disminuir los insectos que realizan la polinización de ciertas plantas. Aunque es algo no estudiado todavía, resulta palpable que esto podría afectar a la productividad de determinados cultivos (Astrogea, s.f.).

Al incrementarse más y más el brillo del cielo, acaban por desaparecer también, de forma progresiva, las estrellas, con lo que, al final, solamente las más brillantes, algunos planetas y la Luna resultan visibles en medio del cielo urbano que es como una neblina gris-anaranjada (Astrogea, s.f.).En otro orden de cosas, la emisión discriminada de luz hacia el cielo y su dispersión en la atmósfera constituyen un evidente atentado contra el paisaje nocturno, al ocasionar la desaparición progresiva de los astros. Algunos de ellos no tienen un brillo puntual como las estrellas, sino que son extensos y difusos (las nebulosas y las galaxias) y, por esta razón, son los primeros en resultar afectados. Su visión depende del contraste existente entre su tenue luminosidad y la oscuridad del fondo del cielo. Al dispersarse la luz, éste se torna gris y estos objetos desaparecen. El ejemplo más notable de esta especie de “asesinato celeste” lo constituye la desaparición total de la visión del plano de la Vía Láctea, nuestra galaxia, desde los entornos urbanos. Hay que alejarse mucho de los núcleos habitados para encontrar cielos lo suficientemente oscuros como para poder observarla en toda su magnificencia (Astrogea, s.f.).

  • Efectos en nuestra vida diaria.

De acuerdo con la Internacional Dark-Sky Association, con sede en Estados Unidos, el problema de la contaminación lumínica afecta a dos tercios de la población mundial (Vida sostenible, 2007). La destrucción del paisaje celeste comporta profundas consecuencias culturales y humanas. Si el desplazamiento masivo de la población desde áreas rurales a las urbanas ya implica de por sí una pérdida inevitable de las formas de vida tradicionales y de los elementos culturales en que éstas se basan, la imposibilidad de contemplar el cielo desde las ciudades priva además al individuo de un contacto directo con el universo, lo que origina un inevitable empobrecimiento cultural y personal. En las sociedades industriales, donde el volumen de información acerca del cosmos que está a disposición de cualquiera es enorme, se da la circunstancia paradójica de que los individuos sufren un desconocimiento mayor de las cosas del universo, si comparamos esta situación con la que se encuentran, en general, los habitantes de zonas rurales, menos evolucionadas, que pueden saber menos sobre los astros, pero que los sienten como algo infinitamente más cercano (Astrogea, s.f.).

Recientemente, se ha descubierto que el uso de luces tipo “led” en habitaciones de niños pequeños es desaconsejable porque produce alteraciones en el sueño. También hay un caso de trastorno evidente: el de aquellas personas que en verano necesitan imperiosamente abrir la ventana para dormir y no pueden hacerlo si tienen la desventura de tener un foco luminoso frente a ella: sueño inquieto, ausencia de reposo, insomnio, cansancio y nerviosismo son las consecuencias más usuales (Astrogea, s.f.).La contaminación lumínica afecta a la salud de los ciudadanos sobre todo en nuestro ritmo biológico, porque nuestro organismo está preparado para estar activo durante el día y para dormir de noche, cuando no hay luz. El exceso de iluminación afecta al sistema circadiano, nuestro reloj biológico, que es el que organiza las funciones fisiológicas de nuestro organismo. Si ese reloj biológico se altera, se produce una crono disrupción, es decir, se altera el orden temporal de nuestro tiempo, lo que está asociado a enfermedades, como algunos tipos de enfermedades, alteraciones del sueño, etc. (Unidad de Cultura Científica, 2014). Para conseguir el equilibrio, es muy importante la melatonina, que es una hormona con propiedades positivas para evitar este tipo de enfermedades. Esta hormona actúa de la siguiente manera: disminuye de día, y aumenta de noche, permitiéndonos así descansar (Junta de Andalucía, s.f.).

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